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5 de marzo de 2010

C. MONTEVERDI, Orfeo, favola in musica - Jordi Savall


Claudio Monteverdi (Cremona, Italia, 1.567-1.643) representa la transición entre el Renacimiento y el Barroco. La convulsión cultural de su época, unida a su longevidad, le procuraron estilos y técnicas muy variados, que utilizó según su conveniencia. Por ejemplo, para la música sacra (Vísperas, Misa, Selva morale e spirituale) se valió de la conservadora textura polifónica.
Musicalizó los textos de los madrigales con un destacadísimo figuralismo: caídas cromáticas para expresar dolor, notas cortas y sueltas para mostrar un torrente de lágrimas, etc. Y por último, adaptó las innovaciones de los intelectuales de la Camerata Bardi, para crear lo que ellos consideraban el retrato de la tragedia griega (hay que recordar que la recuperación de la cultura grecolatina es una de las bases del Renacimiento). Así, tuvo el honor de componer la primera ópera de la Historia: L´Orfeo, favola in musica (1.607), de un prólogo y cinco actos, con texto de Alessandro Stringgio. Monteverdi combinó todos los estilos antiguos y modernos, como el canto florido acompañado por un bajo armónico simple y los cromatismos, y una orquestación muy cuidada, novedad en la época, ya que siempre se acompañaba el canto con los medios disponibles, sin especificar los timbres. La ópera fue estrenada, a petición de los Gonzaga, en la Accademia degl'Invaghiti en Mantua en febrero de 1607 y el 24 de febrero en el Teatro de la corte de Mantua.

La tragedia Orfeo y Eurídice gira en torno a la historia de amor del mítico cantor de la Tracia, hijo de Apolo y Calíope, y la delicada ninfa. Orfeo y Eurídice estaban prometidos, pero ella murió repentinamente, mordida por una serpiente. Las lágrimas de Orfeo, que cantaba tañendo su lira (lirismo), apiadaron a los dioses, quienes le instaron a bajar al infierno y traer a Eurídice de vuelta. El cantor, tras muchas pruebas, encontró a su prometida y caminó con ella hacia la luz del sol, pero al tornarse a contemplarla, la ninfa se desvaneció para siempre. La música de Orfeo quedó grabada en las estrellas, simbolizada por la constelación Lira, con la estrella Vega, brillante y azulada, en su dibujo.

Jordi Savall (Igualada, Barcelona, 1941) es un intérprete de viola de gamba, director de orquesta y musicólogo. Aunque en el Conservatorio estudió violonchelo, en Suiza se especializó en viola de gamba (antecesora del violonchelo) y música antigua en general.

Como violagambista y director de los conjuntos por él fundados (Hespèrion XX, La Capella Reial de Catalunya y Le Concert des Nations) ha grabado más de 120 discos, abordando un repertorio amplísimo con el máximo rigor histórico. Sus interpretaciones cuentan con los instrumentos originales de la época, y las técnicas propias del período.

Su labor de reivindicación de la música antigua le ha valido más de cincuenta premios internacionales, como un César, por la banda sonora de Tous les matins du monde, una película francesa sobre los violagambistas Marin Marais y Colombe.

La audición de esta semana se centra en la tocata y ritornello de L´Orfeo. Jordi Savall dirige un conjunto integrado por violines barrocos, violas, laúdes, archilaúdes, tiorbas, flautas, oboes, cornos, trompetas, trombones, claves, un arpa y dos órganos pequeños.

La obra comienza con la tocata en Re mayor, interpretada por la percusión y la sección de viento metal de la orquesta (podemos ver las trompetas y los trombones en los palcos). La melodía es casi una fanfarria, y se centra en las notas de la tríada del acorde principal: re, fa sostenido y la. El resultado es brillante, alegre, gracias a los trinos, y muy rítmico. Seguidamente (0:32”), la sección de cuerda repite la secuencia: vemos laúdes, archilaúdes, violines barrocos, el arpa… más de cuarenta instrumentos. Estos instrumentos tienen un sonido más dulce que sus predecesores. A continuación (1:05”), volvemos al viento metal, que interpreta la misma tocata.

En 1:42” la cuerda ataca el ritornello, más cantabile y tranquilo, esta vez en tonalidad menor (Re menor), que aporta cierta melancolía. La musa de la música (mezzosoprano o soprano) entra en escena y, lira en mano, nos pide silencio y atención a la historia que se nos va a narrar. Su recitativo (un punto medio entre las floridas arias y el texto hablado) está acompañado por acordes arpegiados, que sirven como base de la melodía. Su intervención está intercalada con el ritornello (“que retorna”) de la cuerda, creando un ambiente liviano, frágil y melancólico.

La audición merece la pena, tanto por la música, la ópera representada más antigua de la Historia, como por la puesta en escena, una maravilla. Espero que hayáis pasado un rato agradable. Yo sí...




Paisaje con Orfeo y Eurídice, Nicolas Poussin, (1.650)

1 comentario:

  1. Hola, hace días que no entraba en tu blog y me he llevado una sorpresa muy agradable. Que forma de llevarnos a un tipo de música que normalmente no oímos. La puesta en escena impresiona y gusta. Felicidades por tu elección.

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